domingo, 21 de agosto de 2011

EN LA MANI, Y... CADA DÍA MÁS


 Hace poco tiempo los  y las laicistas vivíamos en el aislamiento. Hoy trabajamos codo con codo para reivindicar la única forma de convivencia en igualdad que permite la pluralidad y la libertad de conciencia, estmos organizados y henos salido jutos a la calle. Somos muchos, y cada día más.



























A la atención del señor Arturo Canalda Defensor del Menor en la Comunidad de Madrid


Zaragoza, 20 de agosto de 2011


A la atención del señor Arturo Canalda
Defensor del Menor en la Comunidad de Madrid
C/ Beatriz de Bobadilla, 14 2ª planta
28040 Madrid

Estimado señor Canalda: Acabo de enterarme por la prensa de que usted, en calidad de Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, ha abierto una investigación de oficio a fin de dilucidar si hubo agresiones o amenazas a “peregrinos” de la JMJ 2011 durante la manifestación laica del pasado día 17 de agosto en la que tuve el gusto y el honor de participar como manifestante.
He de confesarle que me he quedado algo estupefacto ante la noticia, pues hasta la fecha conocíamos solo la agresión y la amenaza manifiestas de un voluntario de la JMJ, que tenía en la cabeza regalar a los manifestantes gases asfixiantes, incluido gas sarín, pero por calles y plazas de la ciudad vi que entre los jóvenes que portaban las mochilas, gorras y camisetas costeadas mediante los impuestos de todos nosotros y los demás viandantes no se cruzaron un solo comentario hostil (mucho menos agresiones o amenazas).
Para serle sincero, he de reconocer que por desgracia fui testigo directo de una agresión por parte de un “peregrino”, muy rubio, creo que anglosajón. Verá, yo me desplazo desde hace cuatro años en una silla de ruedas, y consideré oportuno llevar pegado con papel celo en la parte trasera de la silla un cartel de tamaño DIN A3 donde podía leerse el nada irrespetuoso, amenazador o agresivo mensaje: “Estado laico y aconfesional”. Algunos jóvenes católicos lo leían, cuchicheaban, medio reían nerviosos y nada me dijeron de carácter ofensivo. Sin embargo, la mañana del 18, en pleno Recoletos, aquel rubicundo joven anglosajón, tras machacarme durante un buen rato con vivas a Benedicto y al Papa, me arrancó violentamente el mensaje y se largó apresuradamente. Sería una estupidez por mi parte pretender concluir que como un “peregrino” fue violento, todos los “peregrinos” son violentos. En tal caso, incurriría en una conocida falacia lógica conocida como “conversión del accidente”, que pretende establecer una ley general sobre la base de unos pocos casos particulares. Espero y deseo que usted ponga siempre igual cuidado en no incurrir en esta u otras falacias análogas.
En el transcurso de la manifestación, vi en la plaza Jacinto Benavente a un grupo de católicos, algunos arrodillados, rezando a la vera de los manifestantes. Supongo que querían dar testimonio de su fe y orar por la difícil salvación de aquella gente impía, pero pude observar que, salvo indiferencia, no obtuvieron vejaciones, gritos, amenazas, insultos o agresiones. Desconozco si está dentro de las obligaciones de su cargo, pero podría indagar de paso por qué allí no había policía y, sin haber policía, no se produjo ningún tipo de altercado.
Tardamos más de dos horas en llegar a Sol y al llegar a casa y escuchar las noticias pude enterarme de los incidentes ocurridos antes y después de las diez de la noche (quizá usted sepa que quienes están en medio de una manifestación son los que menos se enteran de cómo va la cosa). No voy a entrar en terrenos que otros, espero, indagarán debidamente, pero me sigo preguntando por qué se permitió que se congregara un nutrido grupo de “peregrinos”, entonando lemas y rezando, algunos ojos en blanco y blandiendo el rosario, a sabiendas de que por allí iba a pasar una manifestación laica, debidamente autorizada por la delegación del Gobierno en Madrid. Incluso un diario tan poco sospechosos de filolaicismo como es El Mundo reconocía que “ambos grupos cruzaron soflamas y se insultaron entre sí”, pero la policía “solo cargó contra los laicos”. En caso de prever altercados, la responsabilidad no es de los manifestantes laicos, sino de los “peregrinos”. Ellos, en todo caso, fueron los provocadores y los iniciadores del conflicto. ¿Incluirá también esto en la “investigación de oficio” incoada por usted?
Me pregunto también por qué la policía solo zurra y desaloja a unos, mientras a la parte de los católicos no se les toca un pelo. ¿Se les supone bondadosos, pacíficos a priori? En tal caso, abandonaríamos el campo de las falacias para meternos hasta la cintura en el ámbito de los prejuicios. Espero y deseo que usted evite siempre los prejuicios en su labor de investigación. A propósito de prejuicios, debería quedar claro que quienes días después se fueron enfrentando en Sol a las fuerzas de seguridad no son ni dejan de ser laicos. El laicismo es otra cosa y yo, siendo laicista, no me identifico de pleno con esos manifestantes.
Para concluir, siguiendo con los prejuicios, lea usted los titulares de determinada prensa madrileña sobre la manifestación del día 17 y podrá constatar qué es fomentar prejuicios y manipular a la ciudadanía.

Salud y saludos cordiales, señor Canalda

Antonio Aramayona
Profesor de filosofía